17 de marzo de 2009

¿Por qué mirando a la cruz nuestros ojos se humedecen?¿Por qué el alma se enternece cuando contempla a Jesús, de tal manera sufriendo por la humanidad perdida? ¿Será que el alma dormida su pecado allí esta viendo?

Pensamos: ¿Cómo es posible que nadie de El se conduela? El corazón se rebela ante un crimen tan horrible. Siendo Dios muy bien podía evitar aquel suplicio; mas acepta el sacrificio con estoica valentía. Quien a la cruz le sujeta, no son los clavos punzantes. Es su Amor, Su Amor triunfante, quien logra que allí esté quieta Su incomparable figura. Aquel cuerpo inmaculado, que carga con el pecado de las humanas criaturas.

No existe razón más fuerte. Es ese Amor escondido en la cruz, que reverente, hasta el más indiferente la contempla conmovido. Viendo en ella, la Bondad. El Amor crucificado El Cordero Inmaculado que salva a la humanidad. Ante esa cruz soy culpable, pues yo debía ocuparla. ¿Puede haber, quien al mirarla no se sienta responsable? Daniel Nuño en su poema nos recuerda que como creyentes, debemos identificarnos con el Señor Jesucristo en su muerte. Ahora digamos con el Apóstol Pablo: “He sido crucificado con Cristo, y ya no vivo yo sino que Cristo vive en mí. Lo que ahora vivo en el cuerpo, lo vivo por la fe en el Hijo de Dios, quien me amó y dio su vida por mí” Gálatas 2:20 Vivo crucificado, ¿Cómo Cristo? ¿Realmente ya no vivo yo, sino Cristo en mí? Seamos honestos y vayamos al crucificado, para que sintamos su dolor, y decidamos obedecer al Padre, en los sufrimientos de la vida. ¿Qué he hecho hoy por Cristo? Ore al Señor y medite en Gálatas 2:20 y deje que Cristo viva en usted. ¿Lo hará?